Felipe II, Anguissola

Día 6

Mayo: Mansedumbre

Dado que no es posible, en este peregrinaje nuestro, no encontrarnos y enredarnos unos con otros, si queremos preservar la paz interior debemos poseer un gran fondo de mansedumbre para oponer a los ataques inesperados de la ira. - San Francisco de Sales

Felipe II, Rey de España, había pasado muchas horas de la noche escribiendo una larga carta al Papa, y cuando terminó la entregó a su secretario para que la doblara y sellara. Pero él, medio dormido, derramó tinta sobre ella en lugar de arena, y casi se muere de susto al ver lo que había hecho. Pero el rey, sin ningún tipo de excitación, solo dijo: "Aquí tienes otra hoja de papel", y volvió tranquilamente a su escritura. Otro día, cuando iba a cazar, se sentó para que le pusieran las botas. Cuando una estaba puesta, la otra no se encontraba, y esperó mucho tiempo, sin mostrar ningún signo de impaciencia ni decir una sola palabra. En el momento de su coronación, un soldado, al intentar contener a la multitud con un palo, rompió tres lámparas de cristal que estaban sobre el trono, haciendo que el aceite cayera sobre los ricos vestidos del rey y la reina. "Bueno", dijo el rey, "esto es una señal de que en mi reinado habrá la unción de la paz y la abundancia".

San Remigio, previendo una gran hambruna, había recogido una gran cantidad de grano, y al enterarse un día de que alguien malintencionado lo había incendiado, montó rápidamente a caballo y se apresuró al lugar. Encontró el fuego tan avanzado que no había esperanza de extinguirlo; pero estaba frío por su paseo, ya que el clima era muy frío, así que se bajó del caballo, y con perfecta tranquilidad tanto de mente como de semblante, comenzó a calentarse, observando: "¡El fuego siempre es bueno!"

Cuando el venerable Cardenal d'Arezzo iba a dar la ordenación una mañana, uno de los candidatos no estaba presente. Lo mandó llamar y se quedó esperando con total compostura. A su llegada, sin ningún resentimiento, procedió tranquilamente con la ceremonia.