Monjes de la Orden de los Trappistas en el arado, grabado en madera de 1879
Día 5
Mayo: Mansedumbre
A veces una sola palabra es suficiente para calmar a una persona que arde de ira; y, por otro lado, una sola palabra puede ser capaz de desolar un alma e infundirle una amargura que puede ser muy perjudicial. - San Vicente de Paúl
Un día, mientras San Macario viajaba con un discípulo en Nitria, el discípulo se adelantó un poco y luego se encontró con un sacerdote idólatra que se apresuraba con un pesado palo sobre sus hombros. "¿A dónde vas, demonio?" le llamó. Ante esto, el sacerdote dejó caer su madera, corrió hacia él y le dio tantos golpes que lo dejó por muerto. Luego recogió la madera de nuevo y siguió su camino apresurado. Poco después, Macario lo encontró y lo saludó con las palabras: "¡Dios te salve, trabajador!" "Has hecho bien", respondió él, "al saludarme cortésmente". "Vi que estabas fatigado", continuó el Santo, "y que estabas corriendo sin tener en cuenta tu salud, y te saludé, para que al detenerte, pudieras descansar un poco". "Por esto sé que eres un verdadero siervo de Dios", respondió el idólatra, y arrojándose a los pies del Santo, dijo que nunca lo dejaría, hasta que lo hubiera investido con el hábito de monje.
Tres monjes, estando en un viaje, perdieron su camino, y así se vieron obligados a pasar por un campo de grano, que consecuentemente dañaron. Un campesino, al ver esto, comenzó a reprocharles y llamarles falsos monjes. Entonces, el mayor dijo a sus compañeros que no respondieran, y cuando se acercó al hombre, le dijo: "Hijo mío, has dicho bien." Y mientras seguía insultándoles, añadió: "Dices la verdad, hijo mío; porque si fuéramos verdaderos monjes, no te habríamos causado este daño. Ahora, perdónanos por amor de Dios, porque sabemos que hemos obrado mal". A estas palabras, el rústico, asombrado por tanta mansedumbre, se arrojó a sus pies, pidió perdón y luego el hábito, y se fue con ellos.
San Francisco de Sales siempre hablaba con tanta dulzura y suavidad, que con dos o tres palabras a menudo devolvía la tranquilidad a los corazones más turbados.