Mártires franciscanos, Bernardo Licinio

Día 16

Junio: Obediencia

La verdadera obediencia se manifiesta al ejecutar con gusto y sin ninguna repugnancia cosas que son objeto de antipatía o contrarias a los propios intereses. -San Alfonso Rodríguez

Santa Teresa de Jesús cuenta de sí misma que cuando la priora le ordenó dejar una cierta fundación que ella había comenzado por mandato divino, y para la cual había trabajado mucho, ella la dejó instantáneamente con perfecta disposición; porque consideró esto una prueba de que había hecho todo lo que podía, y que no se le requería más. Pero ni siquiera su confesor creyó en esta resignación, pensando que debía estar afligida por una decepción tan grande.

En el convento de la venerable Hermana María Crucificada era regla recibir a los visitantes masculinos velada. En una ocasión se le dio una instrucción especial en contrario, la cual obedeció de buen grado, aunque con sentimientos de extrema repugnancia.

San Juan Berchmans fue designado para servir una Misa Mayor a una hora muy inconveniente para sus estudios. Aceptó la tarea con gusto, y sirvió la Misa durante muchos meses sin una palabra de queja, ni un intento de ser relevado de la responsabilidad.

Leemos de San Félix de Cantalicio, el Capuchino, que siempre estaba dispuesto a renunciar a sus propias preferencias, especialmente en acciones en sí mismas virtuosas y meritorias, que incluso las personas piadosas encuentran difícil abandonar, ya sea por motivos de caridad o mortificación. Pero si estos actos dejaban de ser aprobados por sus Superiores y directores, ya no le atraían. Así, una simple prohibición era suficiente para hacerlo abandonar cualquier austeridad o ejercicio espiritual, no solo sin repugnancia, sino con la mayor tranquilidad. Por ejemplo, durante años había andado descalzo con el consentimiento de sus Superiores. Pero en su vejez, el Cardenal Protector, a petición de uno de sus compañeros, le ordenó que se pusiera sandalias nuevamente. Esto lo hizo inmediatamente, sin queja ni consulta sobre quién había hecho la sugerencia al Cardenal y sin considerar cuánto sufriría su reputación entre los seglares, que supondrían que había relajado su virtud.