La Caridad, Arturo Michelena
Día 29
Noviembre: Caridad
Cuando Raguel vio al joven Tobías sin conocerlo, exclamó: "¡Oh, cuánto se parece este joven a mi primo!" Y cuando supo que era el hijo de ese primo, lo abrazó calurosamente y le dio mil bendiciones, llorando de amor por él. ¿Por qué? Ciertamente no por sus buenas cualidades, ya que aún no sabía cuál era su disposición; sino porque, como dijo, "Eres el hijo de un hombre excelente y te pareces mucho a él". Mira lo que hace el amor cuando es verdadero. Si amáramos a Dios de verdad, haríamos lo mismo por todos nuestros vecinos, que son todos hijos de Dios y se parecen mucho a Él. -San Francisco de Sales
Esta reflexión hizo que el Santo mostrara gran respeto hacia todos.
Un día alguien lo criticó por mostrar demasiado honor al sirviente de un noble que le había traído un mensaje. "No sé cómo hacer estas distinciones", respondió. "Todos los hombres llevan la imagen y semejanza de Dios, y eso me proporciona un motivo suficiente para respetarlos". Cuando encontraba a personas o incluso animales cargados pesadamente, se apartaba para que pudieran pasar más fácilmente y nunca permitía que sus sirvientes los detuvieran o retrocedieran, diciendo: "¿No son hombres como nosotros? ¿Y no merecen en este momento más consideración que nosotros?"
Santa María Magdalena de' Pazzi a menudo contemplaba la imagen de Dios en sus Hermanas, lo que despertaba en su corazón un gran amor por ellas. Y cuando alguna de ellas le parecía imperfecta e indigna, pensaba que tal vez tenía algún don oculto que hacía que Dios se complaciera en ella.
Un religioso santo una vez escribió esta resolución: "Amaré a Dios por Él mismo, y por amor a Él serviré a aquellos que llevan Su imagen. Daré mi corazón a Él y mis manos a mi prójimo para que se una a Dios".
La Venerable María Seráfina di Dio dijo de sí misma que se consolaba bajo las pruebas, asociándose con sus vecinos, pensando que al ver en ellos la imagen de Dios, no podía menos que tratarlos con benevolencia y cordialidad.
Cuando Teodosio estaba extremadamente enfadado y decidido a castigar severamente a los habitantes de Antioquía, que habían insultado la estatua que había erigido en honor a Flacila, a quien amaba mucho por sus raras virtudes, San Macedonio le rogó a uno de sus cortesanos que le dijera estas palabras en su nombre: "Oh Emperador, realmente harías bien en castigar a estos hombres insolentes, pero te ruego que recuerdes que son las amadas imágenes de Dios; y si te atreves a desatar tu ira contra las imágenes del Señor, puedes atraer sobre ti Su enojo. Porque si el maltrato a la imagen de tu querida esposa te disgustó tanto, ¿cómo puedes suponer que Dios no estará igualmente disgustado con lo que puedas infligir a Sus imágenes, tan queridas para Él que no escatimó derramar toda Su sangre para recrearlas?" Estas palabras, pronunciadas con gran sencillez y reportadas al emperador, hicieron mucho para calmarlo.