Charity relieving Distress, Thomas Gainsborough
Día 22
Noviembre: Caridad
Para tener ese amor por nuestro prójimo que nos es ordenado por el Señor, debemos albergar sentimientos buenos y amables hacia él, especialmente cuando nos resulta desagradable y molesto debido a algún defecto, ya sea natural o moral; porque entonces no encontramos nada en él para amar, excepto en Dios. La máxima de los Santos era que al realizar obras de caridad y bondad, debemos considerar no a la persona que las recibe, sino a Aquel por cuyo bien se hacen. No nos desanimemos si a veces sentimos repugnancia; pues una onza de este amor sólido y razonable tiene mucho más valor que cualquier cantidad de ese amor tierno y sensible que compartimos con los animales, y que a menudo engaña y traiciona nuestra razón. -San Francisco de Sales
Santa Juana Francisca de Chantal poseía este amor en abundancia, ya que, según leemos en su Vida, nunca dejó pasar la oportunidad de mostrarlo a cualquiera, independientemente de los defectos y deficiencias que pudiera observar en él. A menudo exhortaba a sus Hermanas a hacer lo mismo, diciéndoles: "Debemos soportar a nuestros vecinos, miserables y malhumorados, aunque sean, incluso en sus tonterías y trivialidades, soportando su tedio y esas pequeñas molestias que no causan más que cansarnos; también, su falta de armonía, su debilidad y descuido causados por su conocimiento deficiente, y todos esos defectos que solo conciernen a la persona que los sufre. Ciertamente es necesario sufrir algo, y si nuestro prójimo no tuviera defectos y no nos causara problemas, ¿cómo podríamos tener la ocasión de soportarlo?" Al haber oído que una de sus religiosas encontraba muy difícil soportar las imperfecciones de otra, le escribió así: "Hija mía, considera a menudo cómo se dice en el Evangelio que Jesucristo nos amó y nos lavó en Su Sangre, y observa que no esperó a amarnos hasta después de que fuéramos lavados de nuestras impurezas; sino que nos amó cuando éramos criaturas viles e impuras, y luego nos lavó. Amemos, entonces, a este querido vecino nuestro sin examen, aunque sea pobre y malhumorado, y sea lo que sea. Y si fuera posible lavar sus imperfecciones con nuestra sangre, deberíamos desear dar incluso la última gota de ella con este fin".
La venerable Hermana María Crucifija amaba a todos sus vecinos, pero mostraba especial amabilidad hacia aquellos que tenían un temperamento desafortunado o que mostraban aversión hacia ella. En una ocasión, una persona en órdenes menores la disgustó mucho, y después supo que no podía ser ordenado porque no tenía suficiente fortuna. Ella persuadió a su madre, que era duquesa, para que hiciera una disposición de la cantidad necesaria de propiedad en su favor.