San Pafnucio, Morphart

Día 8

Enero: Perfección

Ser perfecto en su vocación no es más que cumplir con los deberes y oficios a los que uno está obligado, únicamente por el honor y amor a Dios, refiriéndolo todo a Su gloria. Quien trabaja de esta manera puede ser llamado perfecto en su estado, un hombre según el corazón y la voluntad de Dios. - San Francisco de Sales

En las Vidas de los Santos Padres se narra acerca del Abad Pafnutio, altamente celebrado por su santidad, que un día expresó el deseo de saber si tenía algún mérito a los ojos del Señor. Recibió la respuesta de que había obtenido mérito igual al de un cierto noble cuyo nombre fue dado. El Santo visitó inmediatamente a este caballero, quien lo trató amablemente y lo hospedó con hospitalidad. Cuando terminó el banquete, el Abad le rogó a su anfitrión que le contara cuál era su modo de vida. El Barón se excusó diciendo que no poseía ninguna virtud, pero después de muchas súplicas, dijo que se esmeraba en hospedar a peregrinos y proporcionarles todo lo necesario para su viaje; que nunca menospreciaba a los pobres, sino que los ayudaba en sus necesidades tanto como podía; que administraba justicia de manera equitativa y siempre daba decisiones honestas, sin apartarse de lo correcto por temor o favor; que nunca oprimía a sus súbditos; que permitía que cualquiera se convirtiera en su inquilino y no esperaba de nadie más que lo que le era justamente debido; que nadie podía quejarse de haber recibido daño o perjuicio de su familia o ganado; que nunca ofendió ni difamó a nadie, sino que trató a todos con respeto, ayudó a todos en la medida de sus posibilidades y se esforzó por mantener a todos en paz y armonía. Al escuchar esto, el santo Abad quedó muy edificado y comprendió que la verdadera perfección no consiste en grandes obras, sino en cumplir con nuestros deberes.

En San Cesario, en la provincia de Lecce, vivía en la época de San José de Cupertino una monja que tenía una gran reputación de santidad. Un día, cuando el Santo visitó la casa del Marqués de ese lugar, le preguntaron su opinión sobre este informe sobre la monja. Él respondió: "Tienen una verdadera Santa entre ustedes, que no es conocida"; y nombró a una pobre viuda de la que nunca se había dicho una palabra. El Marqués indagó sobre cuáles eran sus buenas cualidades y descubrió que ella siempre permanecía encerrada en su humilde hogar con algunas de sus hijas, trabajando constantemente para mantenerse a sí mismas y nunca se las veía afuera más que una vez al día, muy temprano en la mañana cuando iban a la iglesia a escuchar Misa.

Un Mercedario