San Francisco de Asís, José de Ribera
Día 22
Enero: Perfección
Los dos pies sobre los cuales uno camina hacia la perfección son la mortificación y el amor a Dios. Este último es el pie derecho, el primero es el pie izquierdo.
Con la ayuda de estos, San Francisco de Asís alcanzó la más alta perfección. Llevó una vida tan austera y rígida que, al borde de la muerte, sintió que debía pedir perdón a su cuerpo por haberlo tratado tan mal; y su amor a Dios fue tan notable que obtuvo no solo para sí mismo, sino también para su orden, el noble título de Seráfico.
Cuando San Francisco de Sales quería llevar a alguien a vivir de manera cristiana y renunciar a la mundanalidad, no hablaba de lo exterior, como el adorno del cabello, la ropa lujosa y cosas similares, sino que hablaba solo al corazón y del corazón, porque sabía que si esta fortaleza es conquistada, todo lo demás se rinde y que cuando el verdadero amor de Dios llega a poseer un corazón, todo lo que no es Dios le parece de ningún valor.
San Felipe Neri adoptó el mismo enfoque con sus penitentes. No solía insistir mucho en las vanidades del vestir, pero las pasaba por alto tanto como fuera posible durante algún tiempo, para que pudiera llegar más fácilmente a su objetivo. Cuando una dama una vez le preguntó si era pecado usar tacones muy altos, su única respuesta fue: "Ten cuidado de no caer". Un hombre también iba frecuentemente a verlo, llevando un cuello con puntas largas y rígidas. Un día, lo tocó ligeramente en el cuello y le dijo: "Te daría más a menudo tales marcas de amistad si tu cuello no lastimara mi mano". Y con solo estas reprensiones, ambos corrigieron sus faltas.
Un clérigo de noble cuna, vestido con colores brillantes y con mucho despliegue, fue a ver al Santo todos los días durante quince días para consultarle sobre los asuntos de su alma. Durante todo este tiempo, no le dijo una palabra sobre su vestimenta, sino que se esforzó por hacer que sintiera compunción por sus pecados. Finalmente, avergonzado de su estilo de vestir, lo cambió por voluntad propia, hizo una buena confesión general y entregándose completamente en manos de San Felipe, se convirtió después en uno de sus amigos más íntimos y familiares.
Un Mercedario