La visión de san Alonso Rodríguez, Francisco de Zurbarán

Día 8

Marzo: Mortificación

Es una doctrina común de los Santos que uno de los principales medios para llevar una vida buena y ejemplar es la modestia y la custodia de los ojos. Pues, así como no hay nada tan adaptado para preservar la devoción en un alma y causar compunción y edificación en otros como esta modestia, tampoco hay nada que exponga tanto a una persona a la relajación y los escándalos como lo contrario. - San Alfonso Rodríguez

En su vida de San Bernardo, Surius relata que cuando el Papa Inocencio III fue con sus cardenales a visitar Clairvaux, el Santo, con todos sus monjes, salió a recibirlo, pero con un exterior tan modesto y compuesto que conmovió a compunción a los cardenales y al propio Papa; pues se asombraron de que en una festividad así, y en una ocasión tan inusual y solemne de regocijo, todos mantuvieran los ojos bajos y fijos en el suelo sin dirigirlos en ninguna dirección, y que mientras todos los observaban, ellos no miraran a nadie. También cuenta de San Bernardo que practicaba la custodia de los ojos en tal grado que después de un año de noviciado no sabía cómo estaba hecha la bóveda de su celda, si era arqueada o plana; que siempre creyó que había una ventana en la iglesia, cuando había tres; que una vez caminó con sus compañeros en la orilla de un lago, sin saber que estaba allí, de modo que cuando hablaban del lago por la noche, preguntó dónde lo habían visto.

Se narra de San Bernardino de Siena que su modestia era tan grande que su mera presencia actuaba como un freno sobre sus compañeros; de modo que si alguien decía "Viene Bernardino", se contenían inmediatamente. Surius también cuenta, en su Vida de San Luciano el Mártir, que los paganos se convirtieron y se hicieron cristianos simplemente con mirarlo, debido a su compostura y modestia.

La bienaventurada Clara di Montefalco nunca levantaba los ojos al rostro de quienquiera que estuviera hablando. Cuando un monje le preguntó la razón de esto, respondió: "Como solo hablamos con la lengua, ¿para qué necesidad hay de mirar en el rostro de la persona con la que estamos hablando?"

San Juan Berchmans fue muy admirado por la mortificación de los ojos. Nunca volteaba a mirar nada, por nuevo e inesperado que fuera, e incluso un ruido detrás de él nunca lo hacía girar, aunque es natural hacerlo. Sucedió que estuvo presente un día en una exposición universitaria, tomó asiento en un banco y permaneció inmóvil, sin levantar nunca los ojos, y con tanta recogimiento que un noble que ocupaba el asiento de al lado se asombró y dijo: "Este padre debe ser un Santo".

Por otro lado, hay innumerables ejemplos de aquellos que se han relajado y han sido causa de escándalo por falta de custodia de los ojos. Será suficiente citar el ejemplo de David, quien, con una simple mirada desprotegida, impulsada por la curiosidad, fue repentinamente transformado de un gran Santo en un gran pecador, el escándalo de todo su reino.

Un Mercedario