Santa Juana Francisca de Chantal, Anónimo

Día 19

Febrero: Humildad

Quien es humilde, al ser humillado, se humilla aún más; al ser rechazado, se regocija en la desgracia; al ser colocado en ocupaciones bajas y humildes, se reconoce más honrado de lo que merece y las realiza con gusto; y solo aborrece y evita los cargos elevados y honorables. - Santa Juana Francisca de Chantal

Un joven caballero, en un arrebato de rabia juvenil, una vez le dijo a San Vicente de Paúl que era un viejo tonto. Entonces, el Santo se arrojó instantáneamente a sus pies y le pidió perdón por la ocasión que quizás le había dado para usar tales palabras. Un jansenista, que había tratado de inculcarle sus falsas doctrinas al mismo Santo, finalmente se enojó por su fracaso y lo cargó con insultos, diciendo, entre otras cosas, que era un ignorante, y que estaba asombrado de que su Congregación pudiera soportarlo como Superior General. A lo que él respondió: "Estoy aún más asombrado yo mismo, porque soy más ignorante de lo que puedes imaginar". Algunos monjes que habían oído hablar de la gran fama del Abad Agatón resolvieron poner a prueba su virtud. Por consiguiente, fueron a él y le dijeron que muchos estaban desedificados por él, porque era orgulloso, sensual, dado a quejarse, y, además, cubría sus propios defectos echándoselos a los demás. Él respondió que de hecho tenía todos esos vicios, y prosternado a sus pies, les suplicó que lo recomendaran a Dios y obtuvieran el perdón de tantos pecados. Partieron con gran asombro y edificación.

Cuando el Abad Moisés fue ordenado sacerdote, su obispo ordenó al clero que lo despreciara cuando se acercara al altar, y escucharan lo que diría. Así lo hicieron, diciéndole: "¡Vete, malvado pagano!"

Pero él se retiró humildemente, diciendo para sí mismo: "Esto es adecuado para ti, malvado miserable, que, aunque no eres digno de ser llamado hombre, has presumido de habitar entre los hombres".

Por la singularidad de su vida, Santa Rosa de Lima fue frecuentemente reprochada y abusada por su madre y hermanos. Pero su humildad era tan grande que siempre pensaba que merecía un trato peor, y por lo tanto nunca se excusaba, sino que amplificaba y añadía a lo que había hecho, para que no pareciera que estaban equivocados al castigarla; y todo esto le proporcionaba la mayor felicidad.

Santa María Magdalena de Pazzi se ocupaba voluntariamente en tareas laboriosas; y cuanto más bajas y humildes eran, con más placer y disposición las realizaba. Lo mismo hacía San Luis Gonzaga.

¡Cuántos esfuerzos hicieron muchos grandes hombres, especialmente en el estado eclesiástico, para evitar ser elevados a cargos elevados! San Felipe Benicio, al enterarse de que los cardenales, inmediatamente después de la muerte del Papa, querían elegirlo como su sucesor, se escondió en una montaña hasta que se llevó a cabo la elección de otro.

San Gregorio Magno, después de ser elegido Sumo Pontífice, escapó furtivamente y se escondió en una gruta. Después de ser descubierto allí, por medio de una columna de fuego que apareció sobre la cueva, se vio obligado a aceptar la dignidad; pero aún suplicó al Emperador Mauricio, aunque sin éxito, que no confirmara su elección. San Ambrosio, siendo elegido milagrosamente Obispo de Milán por boca de un infante demasiado joven para hablar, huyó de su casa por la noche e incluso hizo muchas cosas para hacer creer a la gente que era un hombre de vida maligna.

San Juan Crisóstomo, para evitar ser hecho obispo, huyó a la soledad de los desiertos; y San Amonio el ermitaño, para evitar ser ordenado sacerdote, llegó al extremo de cortarse una de sus orejas.

Un Mercedario