San Pedro Mártir, Pedro Berruguete
Día 27
Abril: Paciencia
Quien aspira a la perfección debe cuidarse de decir: 'Yo tenía razón. Ellos me hicieron esto sin motivo'. Si no estás dispuesto a llevar ninguna cruz que no te sea dada según la razón, la perfección no es para ti. - Santa Teresa de Jesús
Cuando el Hermano Egidio de Tarento, un lego franciscano, era tratado bruscamente por sus Superiores o compañeros, o llamado un siervo inútil e improductivo, nunca se excusaba, sino que decía con una sonrisa: "¡Dáselo al Hermano Asno, que merece mucho peor!" Debido a los milagros que realizaba en Tarento, multitudes de personas se congregaban a su alrededor, causando no poca incomodidad a los demás Hermanos, por lo que fue enviado al monasterio de Bari. Pero apenas llegó, multitudes acudieron al monasterio para verlo y recibir ayuda de él; y los monjes allí, culpándolo por el desorden, estaban igualmente disgustados que los otros. El Padre Guardián lo reprendió severamente en el Capítulo, diciendo que era un borracho, un tonto, un hombre ocioso e inquieto, lleno de hipocresía y ambición, que buscaba el crédito de realizar milagros para que lo consideraran un Santo. Finalmente, le dieron el disciplinazo en público. Él no se resentía de ninguna de estas cosas en absoluto, sino que, sin perturbación, se decía a sí mismo: "Sí, soy un hombre tan malvado e indigno; dices verdaderamente, Padre Guardián, que no soy yo quien obra los milagros, sino la Santísima Virgen."
Una vez, un prelado ordenó a San Vicente de Paúl recibir en su casa a cierto Religioso que estaba comprometido en promover algún trabajo especial. Así lo hizo, y le dio consejos útiles. Pero algunas personas que no estaban a favor del trabajo que él estaba promoviendo se quejaron del Santo ante el mismo prelado. Él, no recordando que había sido en cumplimiento de su propia orden, llamó a San Vicente y, en presencia de estas personas, le dio una fuerte reprimenda, la cual recibió con calma y sin una palabra de justificación propia. Sin embargo, Dios le trajo de vuelta a la mente al prelado el mandato que había dado, y al encontrarse con el Santo un día, le ofreció una disculpa adecuada y formó una alta opinión de él.
San Pedro Mártir fue visitado, un día, por tres vírgenes santas, y por esto fue acusado de admitir mujeres en su habitación, condenado en capítulo público y enviado a un monasterio remoto; pero él soportó toda esta desgracia sin decir una palabra.